Soy un ser humano, me dicen.
“Ser” identifica el espíritu creador y “humano” (humus/tierra), la materia creada.
Así que soy el creador supremo del universo y su criatura al mismo tiempo.
Ésa es mi verdadera identidad.
Pero al sumergirme en la materia inconsciente, olvidé quién era. Un pequeño bribón, el “dios de la mentira”, se aprovechó de ello para usurpar mi poder soberano.
Me convenció de que no era más que una pobre criatura impotente necesitada de seguridad y protección.
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